01 mayo 2010

Última parada Himalaya: cementerios a 8000 metros de altura.






Llevo un par de días conmocionado con lo que le ha ocurrido al montañero Tolo Calafat en el descenso de la cima del Annapurna. Los reportajes que han realizado, en riguroso directo desde el programa “El Larguero” de la cadena ser, en las últimas horas previas a su muerte han hecho despertar en mi muchas cuestiones…

¿Merece la pena jugarse la vida? ¿Qué sensación experimenta el ser humano al pisar el techo del mundo? Pues algo habrá… algo que hace que los amantes de la montaña asuman riesgos tan grandes… Profundizando en el tema he llegado a leer relatos espeluznantes que me gustaría compartir con todos vosotros. Aviso que en este post se van a ver algunas imágenes que pueden herir la sensibilidad del lector y que, por supuesto, son todas reales.

Todo parecía mucho más sencillo cuando veíamos los apasionantes programas de “Al Filo de lo Imposible” en televisión española, pero la realidad no es esa. El ser humano se enfrenta a muchos adversarios a esa altura y desgraciadamente uno de ellos puede ser hasta tu propio compañero.

Primer adversario: El Clima.

A partir de los 3000 metros de altitud las condiciones climáticas se hacen extremas, la radiación solar es más elevada, el grado de humedad en el aire es mínimo y se dan fuertes vientos y precipitaciones en invierno en forma de nieve y hielo. Todo ello sumado a las bajas temperaturas que pueden llegar a descender una decena de grados bajo cero y la baja proporción de oxígeno y la presión atmosférica, las cuales disminuyen notablemente con la altura. Pueden producirse congelaciones en las extremidades hasta el punto de caerse del propio cuerpo (esto suele ocurrir en los dedos de las manos y pies e incluso en extremidades enteras)

Segundo adversario: Tu propio cuerpo.

A medida que vamos subiendo la montaña la concentración de oxígeno es menor, llegando a ser prácticamente imposible respirar si no es con bombonas de oxigeno. Se produce lo que se conoce como el “Mal de Altura”, es la falta de adaptación del organismo a la altitud. La gravedad del trastorno está en relación directa con la velocidad del ascenso y la altitud alcanzada. Suele aparecer a partir de las 8 horas de exposición a la situación extrema y es más frecuente en menores de cincuenta años y en sujetos aclimatados normalmente a menos de 900 m de altitud.
Los síntomas son: Cefalea (dolor de cabeza), náuseas y vómitos, anorexia (falta de apetito), agotamiento físico, trastornos del sueño (somnolencia o insomnio). También puede darse disnea súbita nocturna (despertarse bruscamente con sensación de ahogo) y las manifestaciones más graves (y potencialmente letales) son el Edema Pulmonar de Altitud y el Edema Cerebral de Altitud.

Edema Pulmonar: El EPA es una acumulación peligrosa de líquido en los pulmones que impide que las cavidades aéreas se abran y se llenen de aire puro con cada respiración. Cuando sucede esto, el que lo sufre experimenta una progresiva escasez de oxígeno que a su vez empeora la acumulación de líquido en los pulmones. De esta manera, el EPA puede ser mortal en cuestión de horas. El EPA se desarrolla tras 2 ó 3 días a altitudes superiores a 2500m. La persona que lo sufre experimentará una dificultad para respirar, especialmente durante el esfuerzo. A menudo tendrán tos y esto puede producir un esputo espumoso blanco o rosa. La falta de respiración aumentará y pronto les faltará incluso en reposo. El corazón puede latir más fuerte, los labios pueden volverse azules y la temperatura puede ser elevada. Es fácil confundir los síntomas del EPA con una infección de pecho, pero en altitud hay que sospechar del EPA y la persona afectada debe ser evacuada a una altitud inferior.

Edema Cerebral: El ECA es una acumulación de líquido en el cerebro. El ECA pone en peligro la vida y requiere acción inmediata. Es una forma severa del mal agudo de montaña. Un profundo dolor de cabeza, vómitos y somnolencia evolucionarán a inestabilidad, confusión, sopor y finalmente al coma. El ECA puede matar en unas pocas horas. Una persona con edema cerebral de altura tendrá dificultades para andar punta-tacón sobre una línea recta. Hay que sospechar también de un posible ECA si alguien comienza a comportarse de una forma irracional o extraña.

Tercer adversario: el resto de compañeros.

Normalmente en las cumbres más famosas (las que superan los 8000 metros) es prácticamente imposible perderse. Suele haber colocada una cuerda guía que te lleva hasta la misma cima.

No obstante si el escalador se viene abajo por el mal de altura, congelaciones o roturas y no puede moverse, es casi imposible realizar un rescate o que un grupo de escaladores puedan arrastrarlo, porque estarían poniendo en peligro sus propias vidas.

A esa altura, por cada paso, un montañero especialista puede necesitar realizar tres respiraciones, el corazón se acelera incluso en reposo para suministrar oxigeno con más frecuencia debido a su escasez y el cuerpo ya va casi al límite cargando con el soporte vital necesario; ropa, botellas de oxigeno o medicamentos.

El relato del alpinista David Sharp es estremecedor. Iba a intentar escalar el Everest en solitario y por su vertiente norte, antes de salir aseguraba que “allí nunca estás sólo, hay gente por todos lados". David murió a escasos 800 metros de la cumbre, y al menos 40 personas pasaron a su lado mientras agonizaba, y nadie hizo nada por bajarle de allí. Murió sólo.

El montañero británico alcanzó la cumbre del Everest y nada más comenzar el descenso empezaron los problemas. A unos 8.500 metros de altitud empezó a sufrir falta de oxígeno, justo cuando se le acabó el que llevaba en cuatro botellas -la mitad de lo que suelen llevar los miembros de expediciones comerciales-. Según denunciaron los familiares de Sharp, unas 150 personas están estos días en el campo base del Everest, y al menos 40 vieron de cerca cómo David se desvanecía, se sentaba en la nieve y no se levantaba.

De todos los que pasaron a su lado (le vieron primero de pie junto a una roca, luego tratando de manipular su sistema de oxígeno y más tarde desfallecido en el suelo) el único que trató de ayudarle fue un 'sherpa' de otra expedición, que le ofreció incluso su propia botella de oxígeno, pero ya era demasiado tarde. Lo único que pudo hacer fue ponerse en contacto con la familia de Sharp para comunicarles su muerte. Su cuerpo sigue allí arriba, junto a una roca a unos 8.000 metros de altura, justo en el límite de lo que se conoce como 'la zona de la muerte', y al lado del cadáver congelado de un alpinista indio que falleció en 1997.

Otro relato famoso es el de la alpinista Francys Arsentiev que subía con su marido a la cima del Everest. Durante el descenso se separaron porque viajaban a ritmos distintos. El marido llegó al campamento y Francys aún no había regresado así que cogió varias botellas de oxígeno y comenzó a subir para buscarla.

Al día siguiente una expedición  de Uzbekistán la encontraba a unos pocos metros de la cima con graves síntomas de congelación. Tras darle todo el oxigeno que tenían, intentaron arrastrarla pero resultó imposible viéndose obligados a abandonarla. Cuando estaban cerca del campamento, se cruzaron con el marido que subía al rescate, siendo esta la última vez que fue visto con vida.

Un día después, otra expedición, encontraba a Francys tirada en el mismo lugar donde la había dejado la expedición del día anterior y no dejaba de repetir que no la abandonasen. Tras darle asistencia durante más de una hora sin obtener resultados, se vieron obligados a abandonarla allí, escuchando sus gritos mientras se alejaban. Murió sola congelándose lentamente ya que el edema pulmonar y cerebral no la estaba matando gracias al oxígeno que le habían dado quienes la encontraron, solo sirvió para prolongar su tormento.

Los cuerpos de los montañeros muertos no son retirados:

Y aquí llega lo “morboso” y desagradable del tema… los cuerpos de los montañeros muertos no son retirados a esas alturas, llegando a ser hasta un interés turístico más de estas cimas. A algunos les han puesto hasta nombres y se usan como puntos de localización. Aquí algunos ejemplos:




Este que vemos a la derecha es el que tiene el apodo de "el Saludador", ya que la posición en la que se quedaron sus brazos en el momento de morir, parece que te están dando las buenas tardes. Los cuerpos conservan incluso el gesto con el que dieron su último suspiro.












A continuación vemos ahora es el apodado "botas verdes", se ha convertido en uno de los puntos de localización más conocidos en el ascenso de la cima del Everest.


Y estos son los cuerpos de alpinistas de hace muchas décadas que todavía pueblan las zonas muertas de los ochomiles:




Pues bien espero que os haya resultado al menos interesante y hayais aprendido algo... da mucho que pensar ¿verdad? dejarse la vida subir una montaña... pero bueno tengo un pequeño regalo para todos los que no creo que suban hasta ahí arriba, muchos de los que no lo han conseguido solo querían llegar a ver esto y ahora desde casa lo podemos disfrutar sin necesidad ni siquiera de una rebeca....

ahí teneis la vista de la cima del mundo: http://www.panoramas.dk/fullscreen2/full22.html



Fuentes: Wikipedia, el mundo, el país, ABC, Altitude.org, jose.gs, media vida y Al filo de lo Imposible

Manuel Navarro González de la Higuera.

3 comentarios:

  1. Espectacular post. Yo he vivido con pena toda esta tragedia. Son gente que dan la vida por lo que les gusta. Su naturaleza. Que es la nuestra, pero llegan a donde no podemos. Yo les admiro. Lo has explicado muy bien.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por dedicarle unos minutos a este humilde blog!! jejeje

    la verdad que es un tema apasionante, algo tiene que haber en la montaña...

    Desdeluego es un deporte muy noble para gente MUY RESPONSABLE.

    ResponderEliminar
  3. Es una falta grave a la justicia anteponer la coronación de una cumbre para propia gloria al rescate de la vida de un solo hombre.

    No hay excusa. Ni que hayas ahorrado toda tu vida para emprender la expedición, ni que pueda suponer riesgo a tu vida (total la estás arriesgando para tu ego), etc.

    ResponderEliminar