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Manuel Navarro González de la Higuera.
Para situar un poco a los privilegiados que pueden vivir sin la necesidad de adentrarse en los complejos compendios normativos, vamos a dar un repaso rápido a los conceptos.
El Estado lo podemos entender como un grupo territorial duradero, estrictamente delimitado y soberano frente a otros, que se manifiesta sobre una población. En definitiva desgranamos tres pilares esenciales: población, territorio y soberanía. Si falta alguno de estos, podremos hablar colectivos, pueblos, etnias o tribus, pero nunca de Estado.
Por sujeto de derecho, la persona (física o jurídica) susceptible de ser titular de derechos y obligaciones. Es decir, ente que puede ser desde un ser humano hasta una Sociedad Anónima o una organización internacional.
Y por imputable, un acto atribuible a alguien, lo que jurídicamente equivale a la obligación de sufrir consecuencias penales por la realización de un hecho delictivo que señala el ordenamiento legal. La Imputabilidad es la capacidad del individuo para comprender que una determinada conducta lesiona los intereses de sus semejantes.
Una vez concluida la introducción jurídica, situémonos temporalmente. Regresemos al 12 de Septiembre de 2001, 24 horas después del fatídico atentado que convirtió, unos de los sellos distintivos de nueva york, en escombro y ceniza con casi tres mil almas dando sus últimos suspiros entre sus entrañas.
A partir de ese día, la política estadounidense cambió radicalmente. Arranca la guerra contra el “terror” y se va generando un clima de psicosis mundial, donde todo occidente se siente objetivo, fácilmente vulnerable, de posibles atentados perpetrados por fundamentalistas islámicos.
En este contexto, Estados unidos emprende su cruzada particular contra toda zona de oriente medio que considere enemiga: Irak, Afganistán, Irán…
Y ahora es cuando surge mi cuestión, ¿puede un Estado ser sujeto imputable? Es decir, ¿puede un Estado al completo (territorio, población y soberanía), pagar por un acto delictivo que han cometido unos pocos? Esos pocos son parte de un Estado no hay duda, pero unos pocos al fin y al cabo.
La teoría que acuñó el profesor doctor Gunther Jakobs, sobre la inclinación de muchos códigos penales europeos a la criminalización del estadio previo a la comisión del acto que lesiona el bien jurídico, en mi opinión iba dirigida a prevenir la ejecución de un delito mayor (entiéndanse magnicidios, atentados terroristas, etc.) mediante la imposición de penas a los actos previos al gran hecho delictivo que puede llegar a darse, es decir, antes de dejar que un grupo terrorista atente, es aconsejable condenarlos en el momento que formen un grupo terrorista organizado. Se trata de cortar por lo sano un problema menor, que si llega a convertirse en mayor no se puede combatir.
La teoría es susceptible de críticas por supuesto, pero hay que admitir que no le falta lógica. El problema, a mi más sincero entender, llega cuando se hace una interpretación desmesurada de las normas, justificando la invasión de un país entero para la protección de otro que se encuentra a miles de kilómetros. Hasta dónde puede llegar occidente para sentirse seguro… ¿es necesario invadirles, derribar su soberanía para asignarles la que no quieren, imponerles una democracia para la que no están preparados, destrozar edificios llenos de civiles debido a los “daños colaterales”, robarles su petróleo? y todo para reprimir a unos cuantos… Con esta política lo único que vamos a conseguir es aumentar el odio y sumirlos aún más, si cabe, en la desgracia en la que viven.
Los responsables de los delitos, en el fondo, siempre van a ser personas físicas concretas, no países, las personas jurídicas no son más que ficciones que manejan unos pocos. La población de un Estado no es más que uno de los pilares de un gran organigrama. Machacándolos solo vamos a conseguir multiplicar al enemigo en vez de combatirlo…
Es complejo el campo de las relaciones internacionales, tanto, que muchos hemos perdido el norte… dejo la cuestión en el aire, la intención no es otra que la de hacer un llamamiento a la cordura y al “buon senso” ahora desde una perspectiva legal y cruzar los dedos para que quién tenga que tomar conciencia lo haga, porque desgraciadamente la moral y la dignidad humana parece que sirven de poco…
Manuel Navarro González de la Higuera.